Hacer el duelo por algo que nunca sucedió resulta difícil de transitar y de comprender
por nuestro entorno significativo.

Aceptar finalmente, que la vida no será como siempre creí.

Aceptar que soy parte de un grupo de mujeres con “problemas de fertilidad” porque decir infértil me resulta
demasiado duro.

En fin, no puedo ni pude concebir una vida más allá de mi biología “sana” y dentro de
los parámetros de “normalidad” para la ciencia médica.

Poder, por fin, ver la vergüenza detrás del duelo.

Vergüenza por no poder, por sentirme diferente a la mayoría de las mujeres, sobre todo, a las de mi familia.

Vergüenza al confesar que he llegado a sentirme menos mujer por no poder quedarme embarazada.
Vergüenza por expresar mi verdad y mi dolor, ante la mirada de un mundo que no se
detiene a contemplar la infertilidad desde una mirada amorosa ni empática; sino más
bien, da por sentado que por ser mujer naces con instinto maternal, vas a embarazarte
en algún momento de tu vida y debes cuidarte para que esto no suceda tempranamente.

Fui una de las primeras, en mi grupo de amigas, en expresar mi deseo de maternar hace
ya más de una década.

Fue raro cuando años después esas amigas comenzaron a tener hijos, luego sus herman@s menores, mi propia hermana que tuvo tres hijos con su primer matrimonio y a sus 40 llego la más peque con su nueva pareja.

Ahí es cuando empiezas a darte cuenta que algo en vos, no está bien.

Y es duro.

Y va pasando el tiempo y la gente ya no pregunta más o alargan el contarte que están
embarazadas, para que no te pongas mal o para no meterse en preguntas incómodas; y
ahí sí que te sentís más sola, más rara y aislada de tu círculo afectivo… el más cercano
como tu familia y amigos; y el más lejano como tus compañeros de trabajo.

En mi proceso transite enojos, frustración, desamor hacia mí misma.

Llegue a vivir cada menstruación como una pérdida… una desilusión.

Al principio mi recorrido fue en soledad, sintiendo vergüenza de expresar mi deseo mezclado con creencias y temores.
Después, comencé a compartir con mí círculo más cercano, ocupando diferentes roles y
estados anímicos.

Sin duda, hablar del tema lo hace mucho más fácil. Sentir el amor, el apoyo, el aliento; y también el dolor, por eso que no te sucede a vos, pero que ya es importante para todos.

Desde mi profesión una línea delgada entre resiliencia y sobre exposición, acompañando
a mujeres a interrumpir voluntariamente sus embarazos y escuchando las historias más
insólitas de cómo quedaron embarazadas más allá de los métodos anticonceptivos y de
no desearlos ni buscarlos.

Sintiendo un nudo en la garganta y preguntándome ¿por qué ellas sí y yo no? ¿Qué nos diferencia?

Ahí es cuando miras a tu alrededor y no podés evitar caer en la comparación y preguntarte ¿por qué yo no puedo?

Cuesta salir de ese lugar, pero comprendí que no tiene sentido habitarlo… por suerte, lo voy dejando atrás.

Es que una necesita comprender y a veces, las cosas, simplemente son.

Sigue pasando el tiempo y vas buscando diferentes razones… en mi caso una pareja,
luego otra, terminando con una inseminación artificial con banco de esperma.

Hasta que llega un momento en que asumís que simplemente, no sucede; y aparece la pregunta
¿Y si nunca llegan los hijos a mi vida? ¿Soy capaz de imaginarme una vida sin hijos?

Por muchos años no pude y sentí que, si la maternidad no me sucedía, no me iba a poder
reponer.

Después con el paso del tiempo, vas procesando la realidad, hasta llegar al
punto en el que me encuentro hoy: duelando aquello que siempre soñé, imaginé y di por
hecho que sería, pero que NO paso.

Es decir, duelando mi propia maternidad. Sintiendo, claramente, que hasta aquí llegue.

Que es tiempo de soltar, de cerrar, para poder seguir.
Empezando a aceptar y abrazar la VIDA sin hijos.

Empezando a descubrir todo lo hermoso que esta trae a sus pies, si bien tiempo atrás, no me anime a imaginarla.
Reinventándome. Creando nuevos proyectos de vida. Ampliando el horizonte.

Soltando miedos, lágrimas, mandatos.

Limpiando enojos.

Confiando, ¿En qué? En la vida, en mi biología, en el plan divino de mi alma.
Habitando lo que ya es, lo que ya existe.

Amándome con lo que pude y con lo que no.
En definitiva, estando en paz con lo que SOY.

Carolina